En México entre el 8.1 y 18.6% de los 11 millones 669 mil 431 adultos mayores de 60 años es víctima de agresiones, que intimidan o ponen en riesgo su salud. Dichas acciones son ejercidas principalmente por sus familiares, según datos del Instituto Nacional de Geriatría de la Secretaría de Salud. En 2012, la OMS estimó que entre el 4 y 6% de los ancianos en el mundo han sufrido alguna forma de abuso y maltrato, es decir, un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento, así como la falta de medidas apropiadas para evitarlo.
Es muy común que las agresiones no sean detectadas ni atendidas y pasen inadvertidas por médicos u otros miembros de la familia.
El coordinador del Programa de Psicología del Envejecimiento, Tanatología y Suicidio de la FES Iztacala explicó que la violencia está presente en el maltrato físico, psicológico, emocional o sexual, y el abuso de confianza en cuestiones económicas. Detalló que las formas más recurrentes de maltrato son el desprecio, la marginación familiar, el sarcasmo, el aislamiento, la demanda continua de apoyos de todo tipo y el control de los tiempos personales, entre otras, detalló. Detrás de las agresiones existen historias familiares llenas de frustraciones, distanciamientos y dependencias mutuas sin resolver. La parentela exige a los adultos mayores apoyo económico para sostenerse o pagar deudas y el cuidado de hijos con discapacidad o nietos, en una dinámica negativa.
En muchas partes del mundo el maltrato de los ancianos pasa casi inadvertido. Hasta hace poco, este grave problema social se ocultaba a la vista del público y se consideraba como un asunto esencialmente privado. Incluso hoy en día, el maltrato de los ancianos sigue siendo un tema tabú, por lo común subestimado y desatendido por sociedades de todo el mundo. Sin embargo, cada día hay más indicios de que el maltrato de los ancianos es un importante problema de salud pública y de la sociedad.
El problema existe en los países en desarrollo y desarrollados y por lo general no se notifica en grado suficiente en todo el mundo. Tan solo en unos pocos países desarrollados hay tasas de prevalencia o estimaciones, que se sitúan entre un 1% y un 10%. Aunque la magnitud del maltrato de los ancianos se desconoce, su importancia social y moral salta a la vista. En tal virtud, exige una respuesta mundial centrada en la protección de los derechos de las personas de edad.
Las formas de definir, detectar y resolver el maltrato de los ancianos tienen que enmarcarse en el contexto cultural y considerarse junto con los factores de riesgo que tienen una especificidad cultural. Por ejemplo, en algunas sociedades tradicionales se obliga a las viudas de edad a casarse de nuevo, mientras que en otras las mujeres mayores que viven solas son acusadas de practicar la brujería.
Desde los puntos de vista sanitario y social, si los sectores de atención primaria de salud y servicios sociales no están bien dotados para detectar y resolver el problema, el maltrato de los ancianos seguirá estando semioculto.